miércoles, 4 de mayo de 2016

"Mi vida se acabó en Srebrenica" Muertas en vida

Los dos hijos de Hatidza, el de Hajra y los maridos de ambas fueron asesinados en la matanza de 1995. Ellas luchan por que se haga justicia
07.11.08 -

«Mi vida se acabó en Srebrenica»
Hatidza Mehmedovic y Hajra Catic ofrecieron su testimonio en San Sebastián. /MICHELENA
 
DV. «Miles de madres de Srebrenica, al igual que yo, morimos en 1995. Mi vida se acabó. Ya sólo respiro. En vez de ver crecer a mis hijos, pido a Dios encontrar sus restos. Todas las felicidades se han acabado para mí», declara Hatidza Mehmedovic, y nada en su expresión lo desmiente. Los dos hijos de Hatidza, su marido y todos los varones de su familia fueron asesinados por los chetniks serbios en la matanza que comenzó el 11 de julio de 1995 en Srebrenica. En apenas unos días, alrededor de 9.000 hombres fueron ejecutados. Mehmedovic y Catic se acercaron ayer a San Sebastián para dar a conocer su experiencia, de la mano de Idi Ezkerra y SOS Balcanes.
Srebrenica es una pequeña localidad bosnia situada muy cerca de la frontera con Serbia. En 1992, bandas paramilitares y «el propio ejército ex yugoslavo» lanzaron una ofensiva sobre la región que sólo resistieron tres localidades, entre ellas Srebrenica, que fue cercada y sitiada. En 1993, la ONU la declaró zona segura y quedó bajo la protección de los cascos azules. Los lugareños se sintieron a salvo, pese a que la comunidad internacional les quitó sus armas. Pero los tanques serbios seguían acechando. En julio de 1995, los chetniks empezaron a intentar romper el anillo protector. El día 10, el hijo de Hajra Catic advertía desde la radio local que si la comunidad internacional no hacía algo, aquella sería su última crónica.
El 11 de julio, el general serbio Mladic entró triunfal en Srebrenica. «Ha llegado la hora de la venganza contra los turcos», anunció, en referencia a los musulmanes bosnios. Separaron a los hombres de entre 12 y 60 años de sus familiares y cumplieron su amenaza.
Pero los supervivientes no presenciaron el crimen, y se aferraron a la esperanza como a un clavo ardiendo. Catic recuerda que, cuando en el 96 y en el 97 empezaron a oír hablar de fosas comunes, no lo podían creer. «Pero, con el tiempo nos dimos cuenta de la verdad», que quiebra su discurso para hacerla llorar.
Ultraje a los muertos
Mehmedovic revivió el dolor de 1995 el 13 de noviembre de 2007. «Todo se volvió oscuro y no era consciente» de lo que le decían. Habían encontrado el cuerpo de uno de sus hijos, pero no se podía saber si era el mayor o el menor, porque fue enterrado sin ropa ni objetos personales para impedir su identificación. Por el mismo motivo, aparecieron restos de su marido en tres fosas distintas.
Mehmedovic y Catic presiden las asociaciones Madres de Srebrenica y Mujeres de Srebrenica, respectivamente. Luchan por recuperar los cuerpos de sus seres queridos y por que se haga justicia. Ven a diario a «muchos genocidas, muchos Karadzic, muchos Mladic» que viven libres en su región. Algunos incluso son alcaldes. No están satisfechas con el Tribunal de la Haya, por «la lentitud de sus procesos y la levedad de sus condenas». Quieren poder enterrar a sus hijos y maridos para rezar ahí. Entre sus oraciones, una para «que nunca, nadie, cometa otra vez algo así».

lunes, 14 de octubre de 2013

Democracia directa

POLÍTICA

Madrazo defiende la aplicación en Euskadi de los modelos de democracia directa y participación ciudadana que ha conocido sobre el terreno en Suiza y la región italiana de la Toscana
16.11.08 -

La democracia de Hans
Guignard, alcalde de Aarau, con Madrazo y Bilbao 'votan' en una urna del siglo XIX. /M. DÍAZ DE RADA Varios agentes de policía en una calle peatonal de Florencia. /MANUEL DÍAZ DE RADA
DV. Hans es uno de los 370.000 habitantes de Zurich, la principal ciudad de Suiza. El próximo día 30 tiene una cita con las urnas, como el resto de los 7.554.000 de habitantes del país. En su municipio, Hans tendrá derecho a votar sobre catorce cuestiones, cuatro de ellas comunes a toda la confederación. Éste suizo medio votará a favor de que los delitos de pornografía infantil no prescriban y de prolongar el tranvía hasta el zoológico, adonde lleva de vez en cuando a sus hijos.
Pensando en sus padres, que han trabajado toda la vida y tienen problemas de salud, respaldará que se flexibilice la edad de jubilación y la libre elección de medicamentos. El resto de las cuestiones planteadas, sin embargo, no le entusiasman o no tiene una opinión formada sobre ellas, así que se abstendrá. Ésta es la cuarta vez este año que se pide su parecer sobre diversos temas, pero nunca se cansa, y sólo conoce a una persona que admite pertenecer al 10% de suizos que no vota nunca.
Hans está orgulloso de ser suizo y el principal motivo, como para el 70% de sus compatriotas, es su sistema político. Se sorprende cuando conoce que en la Unión Europea, a la que Suiza no pertenece, se suspendieron los referendums sobre la Constitución Europea ante el riesgo de que no saliese aprobada tras el rechazo de Francia y Holanda. Hans no dejaría que Bruselas decidiera asuntos importantes por él.
Oposición ciudadana
A lo largo de su vida, nuestro suizo medio ha firmado varias iniciativas populares para enmendar la Constitución federal o proponer leyes, proyectos que requieren 100.000 firmas en menos de 18 meses para poder ser votados por los ciudadanos. Los suizos también pueden derogar leyes ratificadas por el Parlamento mediante referendums, que se celebran si quienes se oponen reúnen 50.000 firmas en cien días.
Además, las instituciones deben consultar a la ciudadanía cualquier reforma constitucional, y los cantones o estados están obligados a someter a votación popular las inversiones superiores a determinadas cantidades.
Zurich está gobernada por una coalición de conservadores, cristiano demócratas y social demócratas. Las alianzas de amplio espectro son muy comunes en el país helvético, donde la verdadera labor opositora está en manos de los ciudadanos, a quienes no les importa demasiado quién les gobierne.
A Hans no le extraña que un ministro de un gobierno regional de otro país europeo haya visitado recientemente el suyo para conocer sobre el terreno su sistema político. En este caso, el dirigente es el consejero de Vivienda y de Asuntos Sociales del Gobierno Vasco, Javier Madrazo, que, junto con la directora de Participación Ciudadana, Kontxi Bilbao, ha mantenido varias entrevistas esta semana con líderes locales y con expertos en democracia directa en las ciudades suizas de Aarau, Zurich y Berna, y en la capital de la región italiana de la Toscana, Florencia.
En Aarau, Madrazo y Bilbao se reunieron con el alcalde, Marcel Guignard, y el jefe de la Administración Local, Martin Gossweiler, quienes les mostraron una urna de madera del siglo XIX, prueba palpable de la tradición de la democracia directa en Suiza.
«De, por y para el pueblo»
Después, en el Centro para la Democracia de Aarau, el consejero recordó que la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, «no de, por y para los partidos ni el capital». Y por eso, Madrazo aspira a «democratizar la democracia» vasca tomando a Suiza como modelo. Envidia que allí «no existe límite a la voluntad popular» y que la sociedad civil es por ello «más activa, viva y comprometida». Además, considera que la ciudadanía vasca «reivindica» la democracia directa.
De vuelta en Zurich, la delegación vasca visitó el museo Cabaret Voltaire, dedicado al dadaísmo y activo centro cultural. Allí conocieron, entre otros, al director del Centro para la Vida Independiente de Zurich, Peter Wehrli.
Este activista, en silla de ruedas, lucha por los derechos de las personas discapacitadas en un país donde la accesibilidad es una asignatura pendiente. Su organización ha promovido dos referendums que ha perdido, en parte porque el Gobierno y algunos medios de comunicación hicieron una campaña para poner en duda la discapacidad de todos los demandantes. Aún así, Wehrli está satisfecho con el sistema, por haber podido llevar el tema al debate social y porque él también vota sobre otros asuntos.
Comienzo en la Toscana
La siguiente etapa del viaje llevó a la delegación a Florencia, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO por ser cuna y ciudad-museo del arte renacentista. El Departamento de Vivienda y Asuntos Sociales se acercó hasta la capital de la Toscana no por su belleza, sino porque esta región italiana está dando sus primeros pasos en la democracia deliberativa, un modelo que comparte con el suizo su voluntad de escuchar a la ciudadanía.
El consejero toscano de Reformas Institucionales y de Relaciones con los Entes Locales, Agostino Fragai, y la Autoridad para la Participación, Rodolfo Lewanski, expusieron a la delegación vasca el potencial de la ley de referendums aprobada en la región en noviembre de 2007. Pero el principal instrumento en el que se basa el sistema toscano es el debate público, que para Lewanski «ahorra tiempo» porque se evitan vetos y recursos posteriores. La Autoridad ha recibido en estos meses 35 solicitudes para abrir debates por parte de gobiernos locales, ciudadanos, escuelas y empresas.
Fragai, Madrazo y Lewanski convinieron en que las fórmulas de democracia participativa pueden ser la respuesta a la pérdida de confianza en la política y a la «pérdida de legitimidad» de la democracia representativa, así como a los grandes retos a los que se enfrenta Occidente, como la crisis económica.
Madrazo es consciente de que no se puede hacer una «traslación mimética» de los modelos suizo y toscano a Euskadi, pero destacó que «sí podemos y debemos aprender mucho» de sus experiencias, con las que el Gobierno Vasco ha acordado colaborar. De hecho, Fragai desea crear una Fundación Europea de la Democracia Deliberativa y que el Ejecutivo al que pertenece Madrazo participe.
El consejero vasco mostró su intención de promover una red de regiones europeas a favor de la participación ciudadana. Si prospera y contribuye a hacer más participativa la democracia europea, tal vez Hans vea con mejores ojos a la Unión Europea desde Suiza, donde los resultados de los referendums se anuncian con la frase: «El soberano ha decidido».

miércoles, 9 de octubre de 2013

"Una de cada cinco personas ha sufrido abusos sexuales en la infancia"

Entrevista publicada por EL DIARIO VASCO en 2009

«Una de cada cinco personas ha sufrido abusos sexuales en la infancia»

Su padre abusó de él y Joan, a través de sus libros, denuncia esta lacra oculta

«Una de cada cinco personas ha sufrido abusos sexuales en la infancia»
Joan Montané, con el libro que presentó en Donostia. /USOZ
Si está en la calle, mire a su alrededor. Una de cada cinco personas que vea sufrió abusos sexuales en la infancia, según el escritor barcelonés Joan Montané. Por lo que él y otros muchos sostienen, los agresores tampoco andan lejos, y muy posiblemente usted los trata a diario. ¿Debe cundir la desconfianza? «El enemigo está en casa», advierte Montané, quien el viernes presentó en Donostia su libro Los niños que un día dejaron de soñar, arropado por la asociación de víctimas guipuzcoana, GASJE.
- Asegura que una de cada cuatro mujeres y uno de cada cinco hombres han sufrido abusos sexuales en su infancia.
- Las estadísticas siempre hay que tomarlas como una referencia para hacernos una idea de la gravedad del abuso. Las más manejadas arrojan que el 20% de la población ha sufrido abusos sexuales antes de los 17 años, desde los más graves hasta tocamientos o exhibicionismo.
- ¿Cómo se calcula?
- No soy un gran fan de las estadísticas en este sentido. Te llevan a preguntarte quién responde a estas cuestiones. Normalmente se toman sitios de referencia que a lo mejor no son del todo parciales. El catedrático de Salamanca Félix López fue quien hizo los únicos estudios oficiales en España hasta la fecha. Concluyó que el 15% de los hombres y el 23% de las mujeres han sufrido abusos sexuales en su infancia. La estadística se hizo en universidades y en toda España a nivel representativo. Es el único estudio fiable y bien elaborado realizado en el Estado.
- ¿Quiénes son los autores? Estas cifras nos llevan a preguntarnos si debemos desconfiar de nuestros allegados.
- De pequeños, nos advierten contra los desconocidos, pero no sobre los conocidos. Gracias al foro que administro, que usan miles de víctimas, hice mis propias estadísticas. Pregunté por los autores y participaron doscientas personas. Entre el 60 y el 70% de sus abusadores habían sido familiares; los conocidos, personas del entorno además de la propia familia, representaban más del 90%; sólo el 4 o el 5% de los agresores habían sido personas absolutamente ajenas, extrañas a ellos. El enemigo está en casa, más que fuera.
- Su padre abusó de usted durante años. ¿A qué edad comenzó su pesadilla?
- Es una pregunta difícil de contestar cuando el abuso ha sido intrafamiliar. Si hablamos de abusos externos que pueden suponer un shock, un antes y un después en el niño, es más fácil precisar. En los familiares, el agresor normalmente ya tiene una estrategia y lo presenta como un juego a un niño pequeño que no sabe qué es un abuso sexual. Para cuando tienes una edad en la que te das cuenta de que no es normal, ya estás atrapado en esta situación. Yo tengo recuerdos de haberlos sufrido a los seis o siete años, pero es muy probable que empezaran antes.
- Su anterior libro se llama Cuando estuvimos muertos. ¿Esa frase describió su vida?
- Sí, porque es una época en la que una parte de ti está muerta. Cuando lo verbalizas y te enfrentas a ello, te das cuenta de que antes estabas muerto.
- No fue consciente de los abusos sufridos hasta 2001, con 38 años. ¿Cómo llegó a esa consciencia?
- Algunos no lo recuerdan, pero yo nunca lo olvidé, porque fueron continuados y hasta una edad avanzada. Por más que la mente se esfuerce en olvidar los hechos traumáticos, en mi caso no era posible. Lo recordaba, pero nunca pensaba en ello. Es algo que escondes en algún rincón de tu memoria, como en la papelera del ordenador. Sigue ahí y te sigue afectando, hasta que un día salió.
- ¿Cómo salió?
- De una manera imprevista, sin planearlo y sin ser consciente del significado que tenía lo que decía. Se lo conté a mi mujer cuando atravesábamos una crisis, debida a que los abusos me habían generado muchas secuelas y problemas. La relación estaba a punto de romperse. Un día, en una situación límite, se lo conté porque no veía otra salida. Ella sí que se hizo cargo del problema y entendió su gravedad, a mí me costó mucho más tiempo. Yo tenía una disociación tal que no había asumido que toda mi vida había estado condicionada por lo que sufrí en mi infancia. Fue un proceso de meses, en el que me ayudaron un psicólogo y, sobre todo, una asociación similar a la guipuzcoana GASJE.
- ¿Este trauma sólo se supera con el recuerdo?
- Se empieza a superar con el hecho de verbalizarlo, contarlo, sacarlo fuera, a cuanta más gente, mejor, y si te enfrentas al agresor, todavía mejor. Es el camino.
- ¿Se enfrentó a su padre?
- En cierta manera, sí. Fue mi mujer quien lo sacó a la luz en mi familia y a todos, y a partir de ahí no me quedó más remedio que enfrentarme a ello. Con mi padre, nos dijimos cuatro cosas y cortamos la relación y nunca volví a tenerla. Hace poco, murió.
- De pequeño, ¿dejó usted de soñar, como los niños de su libro?
- El primer libro era más vivencial, más testimonial y personal. Éste es una recopilación de toda la experiencia que he tenido, es más reflexivo, y está muy centrado en las secuelas. Te roban una parte muy importante de ti. Te quitan que puedas descubrir la sexualidad, que descubras muchas cosas, y también sueños.
- ¿Se puede reconocer a estos niños?
- Sí hay indicadores que pueden levantar sospechas. Las asociaciones tratan de formar a los profesionales en contacto con niños, como profesores y pediatras, para que se fijen en ellos. Estas pistas son, entre otros, los retrocesos evolutivos, como volver a orinarse en la cama o un bajón en las notas; conductas muy sexualizadas, impropias de la edad del menor; un niño que esté abusando de otro es un indicativo clarísimo; y los trastornos alimenticios.
- ¿Cuáles son las principales secuelas psicológicas?
- Baja autoestima, sentimiento de culpa (frases como 'yo podría haber hecho algo para que no ocurriera'). Las adicciones son comunes: alcohol o drogas, la comida, el juego. La anorexia, la bulimia y las autolesiones son frecuentes.
- ¿Se rompen familias?
-- Es el gran temor de quienes no hablan, pero contarlo es la única manera de superarlo, y en cuanto a las consecuencias, que cada cual asuma las suyas.

jueves, 3 de octubre de 2013

Esperanza para África

Publicado por EL DIARIO VASCO el 1 de diciembre de 2008.

 

DIA MUNDIAL CONTRA EL SIDA

Donde el sida significa muerte
La Fundación se ha implicado en proyectos para bloquear la transmisión del VIH de madres a hijos.
El sida es una pandemia global, pero es en África donde ha adquirido un carácter apocalíptico. Todas las cifras son aproximaciones, no hay estadísticas continentales ni estatales fiables. Para hacernos una idea del drama, en el suburbio de Kibera, dentro de la capital de Kenia, Nairobi, se calcula que la mitad de su millón de vecinos está infectado.
José Luis de Barrueta nunca estuvo en África y, sin embargo, este donostiarra, fallecido en 2004 a los 91 años, legó parte de su nada desdeñable patrimonio a combatir el sida en ese continente. Médico de formación, nunca ejerció y se dedicó a administrar la fortuna familiar. Su albacea, el notario honorario José María Segura, elogia cómo supo multiplicarla.
Gracias a esa habilidad, la Fundación Barrueta, que Segura preside, dispone de más de seis millones y medio de euros de los once que el filántropo legó para combatir la pandemia en el continente más castigado. El vicepresidente de la fundación es Pedro Arrambide, activo misionero hondarribiarra. Patxi Izulain, como secretario, y Koldo Muro completan el patronato. El coordinador sobre el terreno de todos los proyectos es el economista canadiense Claude De La Chevrotiere.
Arrambide seleccionó una serie de proyectos que el resto del patronato fue a conocer, primero a Eritrea y Etiopía en 2006, y el año pasado a Kenia. Segura anima a hacer «el camino de África» como se hace el de Santiago, porque el continente es «un vuelco del corazón». El notario jubilado recuerda a los niños depauperados de Halhal, en Eritrea. «Había un proyecto de alimentación. Acudieron las mujeres con sus hijos, pero se los llevaron al descubrir que no había comida para ellas, porque si las madres morían, qué iba a ser de los pequeños», lamenta.
También hay motivos para sonreír. Segura y Arrambide recuerdan emocionados la alegría «inenarrable» de un grupo de cien mujeres seropositivas en el barrio de Kasarani, en Nairobi, el año pasado. Les acababan de comunicar que les iban a dar leche en polvo para que alimentaran a sus bebés sin contagiarles a través de la lactancia. Muchas de aquellas mujeres estaban embarazadas, y el verano pasado, presentaron a sus bebés, libres de la infección, al misionero hondarribiarra.
Transmisión a los hijos
Precisamente, una de las prioridades de la fundación es evitar la transmisión de madres a hijos. Para ello, hay que informar a la madre, medicarla y evitar que dé de mamar. Segura y Arrambide destacan además lo conseguido en el centro Cotolengo, en el barrio de Karen, también en Nairobi, donde los bebés infectados por sus madres, si reciben una alimentación adecuada antes de los cinco días, eliminan el virus de sus cuerpos. Esta experiencia, financiada por Barrueta, es una de las fuentes de información fundamentales para la investigación contra el sida.
La fundación nunca se ha planteado el reparto de preservativos «ni los han pedido», subraya Arrambide. Segura explica por qué: «No son el tema. África es otro mundo». Primero, los hombres no los iban a usar. Segundo, si el sida se extiende tan rápido es por la prostitución y por las violaciones. En la aldea etíope de Mehalalu, los hombres pidieron una capilla, pero ellas rogaron un molino porque «cada vez» que salían a moler el grano, las violaban «a la ida y a la vuelta». Esas agresiones son habituales en África, donde las mujeres recorren largas distancias incluso para buscar agua.
Los otros tres frentes de Barrueta son los antirretrovirales, el combate contra las enfermedades oportunistas y la alimentación. Arrambide explica que hay mucho dinero para medicamentos contra el VIH en África. Y desvela que «una de las pocas cosas buenas que hizo Bush» fue crear un fondo para este fin de 15.000 millones de dólares, que posteriormente el Congreso de EE UU renovó con 45.000 más. Por ello, «los antirretrovirales salen gratis a muchos pacientes africanos», pero si están mal alimentados, «hacen más mal que bien».
Barrueta prefiere financiar a instituciones religiosas «porque dan garantía de continuidad y el coste de personal es mínimo». Señalan que la Iglesia Católica lleva la cuarta parte de todas las actividades contra el sida. Segura añade además que «los que más y mejor trabajan en África son los religiosos».
El notario y Arrambide dan una larga lista de congregaciones que llevan a cabo una labor impagable en Eritrea, Etiopía y Nairobi, donde muchas personas, antes condenadas a muerte por el virus, sobreviven gracias a ese trabajo abnegado y al testamento de un donostiarra que supo convertir el dinero en vida.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Gipuzkoa late con Etiopía

"Gipuzkoa late con Etiopía" y "La doble maldición de las mujeres etíopes" fueron publicados en 2008 por EL DIARIO VASCO.

COOPERACIÓN, AYUDA VASCA EN ETIOPÍA

El país africano, clasificado en el puesto 169 de 177 en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, se beneficia de importantes ayudas vascas que permiten un desarrollo autosuficiente

Gipuzkoa late con Etiopía
Niños en la escuela de Mukeye. /MANUEL DÍAZ DE RADA
DV. El gran valle del Rift surca el altiplano etíope de noreste a suroeste. Mientras la capital del país, Addis Abeba, se encuentra a 2.500 metros de altura sobre el nivel del mar, Meki, enclavada en la vasta depresión y capital del distrito de Dugda Bora, está a 1.500. A dos horas en todoterreno por caminos imposibles, intransitables cuando llueve, se sitúa la aldea de Mukeye, en medio de la sabana donde crecen desperdigadas las acacias. Los prados y los cultivos están verdes porque todavía no ha concluido la temporada de lluvias. Dentro de unos meses, unos y otros se agostarán y el polvo será el dueño del ambiente.
Los lugareños se han reunido formando un arco ante un árbol solitario que sirve de punto de encuentro. Las mujeres, a un lado, emiten el armonioso chillido tradicional africano que recuerda al irrintzi; los hombres, a su derecha, cantan y dan palmas. Homenajean a dos extranjeros que han acudido desde un lejano país a más de 5.000 kilómetros de distancia para anunciarles un prodigioso regalo: la construcción de un pozo, financiado con 65.000 euros por Cáritas Gipuzkoa, que les evitará tener que caminar una media de entre tres y cuatro horas para recoger agua.
«Es increíble que hayáis venido desde tan lejos para ayudarnos. Vuestra llegada es como la de Dios», agradece el líder de la comunidad al consejero de Vivienda y Asuntos Sociales, Javier Madrazo, y al delegado de Cáritas Gipuzkoa, José Ramón Trebiño. Madrazo contesta que, pese a la distancia, los vascos allí reunidos llevan Etiopía en el corazón, y que es más lo que ellos nos dan que lo que reciben de nosotros.
Etiopía está clasificada en el puesto 169 de 177 en el Índice de Desarrollo Humano elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). El 60% de sus ochenta millones de habitantes viven bajo el umbral de una pobreza mucho más severa que la que conocemos en nuestro entorno. La mitad de la población padece desnutrición y más de dos millones de personas se encuentran en situación de inseguridad alimentaria crónica.
El hambre es una amenaza constante por la grave sequía que afecta a gran parte del país, pero sobre todo porque la mayoría de la población practica la agricultura de subsistencia con técnicas arcaicas, medievales, en campos sin irrigación y por tanto dependientes de las lluvias. Algunas zonas del país podrían ser el granero del resto, pero el subdesarrollo del sector agrario lo impide. En el país donde nace el Nilo Azul, el agua no escasea pero está desaprovechada. El 70% de la población no tiene acceso al agua potable.
Los habitantes del campo cuentan por lo menos con una red social de apoyo de la que carecen los pobres de entre los pobres de Addis Abeba, primera etapa de la expedición organizada por la consejería de Vivienda y Asuntos Sociales. Madrazo, impresionado por tanta miseria, anunció en la capital su intención de que el 25% de los fondos destinados a la cooperación por el Gobierno Vasco vayan a parar a África, continente con el que el primer mundo «tiene una deuda». «Se trata de salvar millones de vidas», advirtió.
Misionero
El hondarribiarra Pedro Arrambide, Premio al Cooperante Vasco 2006 y hermano de La Salle, recibió en Addis Abeba a la delegación vasca y la acompañó durante todo su viaje. Arrambide fue expulsado el año pasado de Eritrea, donde llevaba desde 1998. Un revés de los que alimentan «la gran tentación: perder la esperanza». El misionero no puede evitar en ocasiones la sensación de que los proyectos de desarrollo son «como dar aspirinas a un enfermo de cáncer», pero a sus 67 años no ceja en el empeño.
Una de las prioridades del Gobierno Vasco en África es la sanidad. Asuntos Sociales ha destinado 176.899 euros para ampliar el hospital de Adigrat, en la región norteña de Tigray, con un pabellón para tuberculosos y un área de maternidad y ginecología. La iniciativa ha sido promovida por Medicus Mundi Gipuzkoa y pretende atender a 500 enfermos de tuberculosis y a 3.000 mujeres en ginecología y partos al año.
El de Adigrat es el hospital de referencia para un millón de personas, pero sólo cuenta con cinco médicos y tiene capacidad para poco más de cien pacientes. Desde hace poco, se ha visto obligado a cobrar a los pacientes una cantidad pequeña pero imposible de sufragar para el 80% de la población de la zona, que carece de ingresos. Es por ello que Arrambide teme que la inversión realizada haya caído en saco roto.
Wucro se encuentra también en Tigray. En esta ciudad de 35.000 habitantes, el Gobierno Vasco ha financiado con 215.000 euros un proyecto de abastecimiento de agua de la Asociación de Ingenieros para la Cooperación. Comprende un pozo que surte a cuatro depósitos de un total de 400.000 litros de capacidad y pretende ampliar la precaria red de suministro.
Meki se encuentra a 135 kilómetros al sur de Addis Abeba. Es la sede del Vicariato Apostólico de Meki, una de las diez diócesis de la minoritaria Iglesia Católica en Etiopía, donde los coptos son el 60% de la población y los musulmanes el 30%. La Escuela Católica de Meki es la única en 60 kilómetros a la redonda que imparte todos los cursos del sistema educativo etíope hasta la universidad. Allí estudian Wondwosen y Geremew, de 13 años, que con los ojos brillantes de ilusión afirman que de mayores quieren ser científicos para descubrir la vacuna del sida.
La escuela es deficitaria, y será financiada, como los demás proyectos del Vicariato, con los ingresos obtenidos gracias al centro de formación y producción agrícola coordinado por el hermano de La Salle Amilcare Bocuccia en la cercana aldea de Abono Gebriel, a la orilla del lago Zwai. La granja echó a andar en enero, financiada con 250.000 euros de Cáritas Gipuzkoa, 150.000 de Cáritas España y 600.000 del Gobierno Vasco, que va a aportar otros tantos para la segunda fase.
Autosuficiencia
Las 30 hectáreas de cultivos de maíz, vid, papaya, fresa y mango transmiten esperanza. El proyecto aspira a la autosuficiencia y se basa en el principio de no dar peces al pobre, sino enseñarle a pescar. Se espera que los campesinos que trabajen en la granja apliquen lo aprendido en sus propias tierras, para lo que se les concederá microcréditos para comprar semillas, abono y herramientas.
En Weyo Serity, también cerca de Meki, se levanta un almacén gestionado por una cooperativa que compra el grano a los campesinos a un precio justo. Se construyó con las donaciones de Cáritas Austria y Cáritas España, y ha permitido que la sociedad que lo administra haya atesorado un millón de euros. El depósito y la granja de Meki son muestras de que, con una pequeña inversión inicial, los africanos pueden ser autosuficientes y protagonistas de su desarrollo. Como le dijo Javier Madrazo a un estudiante de Meki, el futuro de Etiopia está en sus manos.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Doble maldición

MUNDO

Las féminas sufren la ablación, violaciones, raptos y matrimonios forzosos y realizan el trabajo más duro


La doble maldición de las mujeres etíopes
Tres mujeres etíopes de la zona de Meki. /M. DÍAZ DE RADA
 
DV. La vida en Etiopía consiste en un ejercicio de supervivencia. A la dificultad de lograr el sustento, se suman las pésimas condiciones de higiene y sanitarias, en un país donde cada día mueren 350 personas infectadas por el sida y 370 lo contraen. Este Estado africano se encuentra en el puesto 169 de 177 en el Índice de Desarrollo Humano elaborado por la ONU. Y si nacer en Etiopía es una desgracia, hacerlo como mujer es una maldición.
Por las calles de la capital, Addis Abeba, llaman la atención los chadores que sólo dejan ver los ojos de las mujeres y que proliferan en los barrios somalíes. Pero el sometimiento de la mujer, en Etiopía, no entiende de religiones y se da tanto en ese 30% musulmán de la población como entre la mayoría cristiana.
Más de tres cuartas partes de las púberes son sometidas a la mutilación genital, una práctica ancestral muy arraigada en 28 países africanos. Las lesiones pueden causar la muerte, dolor crónico, infecciones, desorden post-traumático, complicaciones en el parto. Además de lo que persiguen: restringir el deseo sexual.
El Gobierno etíope ha prohibido la ablación y la castiga con hasta diez años de cárcel. Haile Amdeslassie, guía turístico, considera que el rito es ya imposible en las ciudades, especialmente en Addis Abeba, aunque admite que la protección de la Administración no es tan efectiva en las zonas rurales.
Los etíopes consideran a sus mujeres como un mero objeto sexual, según el misionero vasco Pedro Arrambide. Cuando las niñas crecen, «las violan, las secuestran, las venden o las casan con un viejo», denuncia. Las violaciones las exponen al sida, como también la prostitución, muy extendida.
Una buena muestra de la juventud con la que las etíopes son casadas, violadas o se ven obligadas a prostituirse la encontramos en las calles de Addis Abeba, donde abordan a los turistas niñas con un bebé a cuestas y un magro pecho adolescente al aire para evidenciar que la criatura no es su hermano pequeño.
Muchas de las niñas que acuden a la escuela de la misión Saint Mary, en Wucro, en la región norteña de Tigray, se tienen que prostituir para poder estudiar. Su director, el padre Ángel Olaran, explica que el año pasado 153 niñas acabaron sus abortos en el hospital, dando a entender que fueron muchas más las que se sometieron a interrupciones del embarazo con medios rudimentarios que no precisaron atención médica posterior.
Es común que casen a las niñas a los trece o catorce años, aunque la edad mínima legal son los quince. Si se obliga a contraer matrimonio a una chica menor, sus progenitores o el marido se ven expuestos a penas de cárcel. Pero una vez más, la cruda realidad desborda los cauces que marca la ley.
En las comunidades tradicionales, las mujeres están sometidas a sus maridos, quienes toman todas las decisiones. Su acceso a la tierra y la participación en las organizaciones y reuniones de la comunidad también dependen del cabeza de familia masculino.
Esfuerzo
Se espera de ellas que hagan todo el trabajo que rechazan los hombres, quienes en el campo se limitan a las tareas agrícolas, con la ayuda, eso sí, de sus esposas, madres e hijas. Las mujeres recorren largas distancias a pie para recoger agua y leña, llevar los productos al mercado o el grano a moler, incluso cuando están embarazadas. Esos interminables recorridos las exponen aún más al riesgo de ser violadas o secuestradas.
Recaen sobre ellas las tareas domésticas y el cuidado de los pequeños, los ancianos y los enfermos. Según un estudio de UNICEF, la mujer que vive en el campo trabaja una media de entre 15 y 18 horas diarias, y es responsable de más de la mitad de la producción agrícola de subsistencia.
Pero si mayor es la carga que pesa sobre ellas, también es superior su responsabilidad como virtud. Quienes trabajan en proyectos de cooperación y conceden micro-créditos en Etiopía se centran en las mujeres porque los hombres «se gastan el dinero en alcohol», critica Arrambide.
En las familias con pocos recursos, los chicos tienen prioridad para ir a la escuela. No obstante, en la Escuela Católica de Meki, a 135 kilómetros al sureste de Addis Abeba, el porcentaje de niñas en los primeros cursos se acerca al de niños. En cambio, el número de chicas que estudia secundaria es la mitad que el de ellos, y en los dos cursos preuniversitarios se reduce a un tercio por la temprana edad en la que ellas se convierten en madres o esposas.
Pero si logran acceder a la universidad, se ven catapultadas a la vida moderna y profesional. El Gobierno etíope está impulsando la educación superior e incluso mantiene a los universitarios mientras cursan sus estudios. Para ellas supone superar la doble maldición de ser mujer y etíope.

Un arcoiris de Euskadi a Guatemala

Seis jóvenes vascos y tres amigos desarrollaron unos talleres de arte en la escuela guatemalteca de La Cambalacha, a orillas del lago Atitlán

Pintando sonrisas en Atitlán
DV. Érase una vez un enorme volcán en lo que hoy es Guatemala. La gigantesca montaña de fuego explotó y las rocas salieron despedidas en todas direcciones, llegando incluso hasta Texas (EE UU). El descomunal cráter se llenó de agua, y ahora se llama lago Atitlán. Alrededor, los indios mayas que hablan cakchikel y tzutuhil establecieron sus hogares al pie de los volcanes. Plantaban maíz y lo asaban en fuegos que ahuyentaban a los jaguares. Hasta que llegaron unos hombres blancos que los esclavizaron y se quedaron la tierra durante casi quinientos años. Por eso hubo una guerra que duró tres décadas y en la que murieron muchos indios cuyos descendientes siguieron oprimidos. En los pueblos alrededor del lago, que ahora tenían nombres de apóstoles, los niños mayas crecían tristes, creían que no valían nada, y los padres de muchos de ellos bebían y les pegaban, como a sus madres, mientras los mayores les decían que todo era pecado.
Hasta que llegó una chica llamada Gabriela y les convirtió en los Niños Arco iris, los Jóvenes Arco iris y el Ejército del Arte, y les enseñó juegos nuevos, que eran especiales porque les permitían crear cosas maravillosas. Entonces, los pequeños mayas levantaron la mirada del suelo y divisaron en el horizonte la esperanza.
Siguen siendo pobres, las tierras no son suyas y sus padres todavía beben y miran al suelo, pero cada vez más miradas les siguen cuando llenan de color, música e ilusión las calles que durante quinientos años fueron tristes y donde ahora florecen sonrisas y brota el orgullo.
Durante el año pasado, seis jóvenes vascos, una catalana, un australiano y una británica, todos artistas, saltaron el océano en avión para enseñar en la escuela de Gabriela, La Cambalacha, en San Marcos La Laguna. David Aguilar, Mikel Etxandi, Lydia Iratxeta, Itxaso y Saioa Iribarren, Pello Gutiérrez, Eva López, Rebecca Wilkinson y Jesse Sullivan, apoyados por Banda Bat y Mikelazulo, fueron durante dos meses monitores en talleres de animación, títeres, recursos web, inglés, educación ambiental, pintura, movimiento y gesto, sonido.
Los jóvenes artistas encontraron allí a unos niños «muy agradecidos», disciplinados y responsables, a quienes cuesta «bastante» expresarse por siglos de educación represiva y los traumas del maltrato, la pobreza y la guerra, más que por el idioma, ya que aprenden castellano en las escuelas normales a las que van por las mañanas. La Cambalacha también visita esos colegios, y los maestros, antes recelosos, ahora lo agradecen porque ven que los niños están más motivados tras los talleres artísticos.
Valores
La escuela de Gabriela Cordón enseña a los niños valores, les enseña a expresarse, y desarrolla su personalidad para que tengan seguridad en sí mismos. Todo a través del arte. «Ha cambiado mi vida», asegura Gaspar. Pertenece al Ejército del Arte, como el resto de los mayores, «auténticos profesionales», según los voluntarios vascos. Dos han sido contratados en el hospital de San Pedro para hacer de payasos «toda la temporada», y otros nueve también cobrarán por impartir educación sexual en los pueblos a través del Proyecto Payaso. Los alumnos que concluyen sus estudios en La Cambalacha reciben además un título del Ministerio de Educación guatemalteco.
Fiesta de despedida
Cuando los nueve jóvenes artistas extranjeros se tenían que marchar, La Cambalacha les ofreció una fiesta de despedida en la que Api hizo su espectáculo de clown; Gaspar rapeó; Moisés bailó el kung fu-hip hop; Angélica y Santos contaron las leyendas que habían recopilado; Juanita presentó su encuesta sobre temas sociales; Diego dirigió a la comparsa en la ejecución de la canción que él había compuesto; Giovanni recitó un monólogo; Manasés, sus poemas; y los niños representaron una obra teatral. David, Lydia, Pello y los demás volvieron con la mochila cargada de recuerdos, experiencias y lecciones. Y regresaron con el corazón más grande. Tanto, que dejaron allí un pedacito.
La Cambalacha sigue allí, en San Marcos la Laguna, y el mapa para llegar está en un sitio mágico que está en todas partes y en ninguna a la vez y que se llama internet: www.lacambalacha.org. Los nueve jóvenes artistas piensan volver, aunque antes de poder planearlo tienen que reponer sus cuentas del esfuerzo económico que han realizado. Pero la que de verdad necesita ayuda económica es la propia escuela, porque con ilusión e imaginación no basta, ni siquiera allí.
Esto no es un cuento, no tiene final. El destino siempre está un paso más adelante, más allá del arco iris que une Euskadi con el lago Atitlán.

Etiopía

Un país joven, apasionante y agradecido

Etiopía es un país lleno de niños que regalan su sonrisa al visitante. La edad media es de 18 años, la esperanza de vida se sitúa en los 50, cada mujer tiene una media de cinco hijos y el 12% de los pequeños mueren antes de los 5 años. Se calcula que por lo menos tres millones y medio de personas padecen sida, pero quienes conocen la realidad del país sobre el terreno estiman que esa cifra se queda corta.
Esta situación límite conmueve en lo más hondo al visitante, encandilado por la formidable acogida que tributan los etíopes y la belleza de sus paisajes y sus gentes, así como por esa sensación que transmiten los nativos de saber disfrutar y agradecer lo poco que tienen en un país donde, a diferencia de Euskadi, la continuidad de la vida no se da por supuesta.
Un ejemplo de esta actitud es la aldea de Mayafulalu, cerca de Meki. Sus habitantes se sienten ricos porque disponen de una fuente, electricidad y una escuela, además de una iglesia y un molino, edificados con los donativos de un hondarribiarra y un notario donostiarra, respectivamente, que no quieren ser conocidos por ello. Selam, embarazada de ocho meses, considera que vive «mejor que la reina de Inglaterra» porque ya no tiene que andar 14 kilómetros para traer agua o para moler el grano.
Lejos de la imagen de miseria y hambre que asociamos con Etiopía, el país africano constituye un destino turístico singular, con sus monumentos, sus parques naturales y, sobre todo, su gente.