Farke tenía tanto dinero, según él, que “no lo podía gastar”. Así que no se le ocurrió otra cosa que sacar mil doscientos euros, tirarlos al suelo y pisotearlos delante de cien personas. Eso fue en 2009 y le supuso ingresar en el psiquiátrico y un diagnóstico de trastorno bipolar en el que se reconoce. “Me he sentido el dueño del mundo sin tener una mierda”. Aunque todavía le queda dinero, que califica de “sucio” por su procedencia. En sus tres ingresos psiquiátricos, gracias a conocer a otros pacientes, ha comprendido el daño que hizo vendiendo a otras personas lo que él mismo no consumía: cocaína, también llamada farlopa, y ketamina. De ahí su apodo, Farke.
Los ingresos también le han servido para reflexionar sobre sí mismo. “Al principio no sabía por qué hice eso con aquel dinero, pero luego me di cuenta de que lo hice porque no me daba la felicidad”.
Y ha descubierto que tiene “tesoros”. Uno es su madre, que está al otro lado del atlántico, y a la que fue a visitar tras su primer ingreso, como volverá a hacerlo pronto. Los otros dos los ha descubierto más recientemente, y son su padre y su hermano. “No me daba cuenta porque los tenía al lado”.
La experiencia de los ingresos no ha sido fácil. En el primero estuvo atado un mes. Primero le ataron de una mano, pero tiraba la comida. Y cuando le sujetaron ambas extremidades, comenzó a quitarse la sonda con los dientes. Pasaba las noches gritando por su situación, “como el perro que no dejan salir de casa y se vuelve agresivo”. Además de los sedantes que no doblegaban sus ansias de libertad, a Juan David le inyectaban otra droga para evitar los trombos que se podían formar en sus vasos sanguíneos al estar siempre tumbado.
“Menuda vida para contar”, interviene Tania. “Pues espera a lo que va a venir”, contesta él con una amplia sonrisa. Ella se fija en sus dientes, que acaba de descubrir “bonitos”. El informador necesita completar la entrevista y pregunta: “¿Qué va a venir?”. “Las muelas del juicio”, remata Juan David. Y tras las risas, el chico antes conocido como Farke anuncia el paso a “pensar en cosas grandes, en lo verdaderamente importante; concentrarse en lo prioritario”. Lo de ganarse la vida de otra manera se da por descontado.