miércoles, 9 de octubre de 2013

"Una de cada cinco personas ha sufrido abusos sexuales en la infancia"

Entrevista publicada por EL DIARIO VASCO en 2009

«Una de cada cinco personas ha sufrido abusos sexuales en la infancia»

Su padre abusó de él y Joan, a través de sus libros, denuncia esta lacra oculta

«Una de cada cinco personas ha sufrido abusos sexuales en la infancia»
Joan Montané, con el libro que presentó en Donostia. /USOZ
Si está en la calle, mire a su alrededor. Una de cada cinco personas que vea sufrió abusos sexuales en la infancia, según el escritor barcelonés Joan Montané. Por lo que él y otros muchos sostienen, los agresores tampoco andan lejos, y muy posiblemente usted los trata a diario. ¿Debe cundir la desconfianza? «El enemigo está en casa», advierte Montané, quien el viernes presentó en Donostia su libro Los niños que un día dejaron de soñar, arropado por la asociación de víctimas guipuzcoana, GASJE.
- Asegura que una de cada cuatro mujeres y uno de cada cinco hombres han sufrido abusos sexuales en su infancia.
- Las estadísticas siempre hay que tomarlas como una referencia para hacernos una idea de la gravedad del abuso. Las más manejadas arrojan que el 20% de la población ha sufrido abusos sexuales antes de los 17 años, desde los más graves hasta tocamientos o exhibicionismo.
- ¿Cómo se calcula?
- No soy un gran fan de las estadísticas en este sentido. Te llevan a preguntarte quién responde a estas cuestiones. Normalmente se toman sitios de referencia que a lo mejor no son del todo parciales. El catedrático de Salamanca Félix López fue quien hizo los únicos estudios oficiales en España hasta la fecha. Concluyó que el 15% de los hombres y el 23% de las mujeres han sufrido abusos sexuales en su infancia. La estadística se hizo en universidades y en toda España a nivel representativo. Es el único estudio fiable y bien elaborado realizado en el Estado.
- ¿Quiénes son los autores? Estas cifras nos llevan a preguntarnos si debemos desconfiar de nuestros allegados.
- De pequeños, nos advierten contra los desconocidos, pero no sobre los conocidos. Gracias al foro que administro, que usan miles de víctimas, hice mis propias estadísticas. Pregunté por los autores y participaron doscientas personas. Entre el 60 y el 70% de sus abusadores habían sido familiares; los conocidos, personas del entorno además de la propia familia, representaban más del 90%; sólo el 4 o el 5% de los agresores habían sido personas absolutamente ajenas, extrañas a ellos. El enemigo está en casa, más que fuera.
- Su padre abusó de usted durante años. ¿A qué edad comenzó su pesadilla?
- Es una pregunta difícil de contestar cuando el abuso ha sido intrafamiliar. Si hablamos de abusos externos que pueden suponer un shock, un antes y un después en el niño, es más fácil precisar. En los familiares, el agresor normalmente ya tiene una estrategia y lo presenta como un juego a un niño pequeño que no sabe qué es un abuso sexual. Para cuando tienes una edad en la que te das cuenta de que no es normal, ya estás atrapado en esta situación. Yo tengo recuerdos de haberlos sufrido a los seis o siete años, pero es muy probable que empezaran antes.
- Su anterior libro se llama Cuando estuvimos muertos. ¿Esa frase describió su vida?
- Sí, porque es una época en la que una parte de ti está muerta. Cuando lo verbalizas y te enfrentas a ello, te das cuenta de que antes estabas muerto.
- No fue consciente de los abusos sufridos hasta 2001, con 38 años. ¿Cómo llegó a esa consciencia?
- Algunos no lo recuerdan, pero yo nunca lo olvidé, porque fueron continuados y hasta una edad avanzada. Por más que la mente se esfuerce en olvidar los hechos traumáticos, en mi caso no era posible. Lo recordaba, pero nunca pensaba en ello. Es algo que escondes en algún rincón de tu memoria, como en la papelera del ordenador. Sigue ahí y te sigue afectando, hasta que un día salió.
- ¿Cómo salió?
- De una manera imprevista, sin planearlo y sin ser consciente del significado que tenía lo que decía. Se lo conté a mi mujer cuando atravesábamos una crisis, debida a que los abusos me habían generado muchas secuelas y problemas. La relación estaba a punto de romperse. Un día, en una situación límite, se lo conté porque no veía otra salida. Ella sí que se hizo cargo del problema y entendió su gravedad, a mí me costó mucho más tiempo. Yo tenía una disociación tal que no había asumido que toda mi vida había estado condicionada por lo que sufrí en mi infancia. Fue un proceso de meses, en el que me ayudaron un psicólogo y, sobre todo, una asociación similar a la guipuzcoana GASJE.
- ¿Este trauma sólo se supera con el recuerdo?
- Se empieza a superar con el hecho de verbalizarlo, contarlo, sacarlo fuera, a cuanta más gente, mejor, y si te enfrentas al agresor, todavía mejor. Es el camino.
- ¿Se enfrentó a su padre?
- En cierta manera, sí. Fue mi mujer quien lo sacó a la luz en mi familia y a todos, y a partir de ahí no me quedó más remedio que enfrentarme a ello. Con mi padre, nos dijimos cuatro cosas y cortamos la relación y nunca volví a tenerla. Hace poco, murió.
- De pequeño, ¿dejó usted de soñar, como los niños de su libro?
- El primer libro era más vivencial, más testimonial y personal. Éste es una recopilación de toda la experiencia que he tenido, es más reflexivo, y está muy centrado en las secuelas. Te roban una parte muy importante de ti. Te quitan que puedas descubrir la sexualidad, que descubras muchas cosas, y también sueños.
- ¿Se puede reconocer a estos niños?
- Sí hay indicadores que pueden levantar sospechas. Las asociaciones tratan de formar a los profesionales en contacto con niños, como profesores y pediatras, para que se fijen en ellos. Estas pistas son, entre otros, los retrocesos evolutivos, como volver a orinarse en la cama o un bajón en las notas; conductas muy sexualizadas, impropias de la edad del menor; un niño que esté abusando de otro es un indicativo clarísimo; y los trastornos alimenticios.
- ¿Cuáles son las principales secuelas psicológicas?
- Baja autoestima, sentimiento de culpa (frases como 'yo podría haber hecho algo para que no ocurriera'). Las adicciones son comunes: alcohol o drogas, la comida, el juego. La anorexia, la bulimia y las autolesiones son frecuentes.
- ¿Se rompen familias?
-- Es el gran temor de quienes no hablan, pero contarlo es la única manera de superarlo, y en cuanto a las consecuencias, que cada cual asuma las suyas.

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Etiopía

Un país joven, apasionante y agradecido

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Esta situación límite conmueve en lo más hondo al visitante, encandilado por la formidable acogida que tributan los etíopes y la belleza de sus paisajes y sus gentes, así como por esa sensación que transmiten los nativos de saber disfrutar y agradecer lo poco que tienen en un país donde, a diferencia de Euskadi, la continuidad de la vida no se da por supuesta.
Un ejemplo de esta actitud es la aldea de Mayafulalu, cerca de Meki. Sus habitantes se sienten ricos porque disponen de una fuente, electricidad y una escuela, además de una iglesia y un molino, edificados con los donativos de un hondarribiarra y un notario donostiarra, respectivamente, que no quieren ser conocidos por ello. Selam, embarazada de ocho meses, considera que vive «mejor que la reina de Inglaterra» porque ya no tiene que andar 14 kilómetros para traer agua o para moler el grano.
Lejos de la imagen de miseria y hambre que asociamos con Etiopía, el país africano constituye un destino turístico singular, con sus monumentos, sus parques naturales y, sobre todo, su gente.