AL DÍA LOCAL
La asociación Sueños de Niños y Jóvenes trabaja por
un futuro para cientos de menores marroquíes
Hay que vivir una situación muy desesperada para huir de
tu país agarrado a los bajos de un camión. Para cambiar eso, la
asociación Sueños de Niños y Jóvenes de Tánger trabaja con 300 menores
de uno a 17 años de edad en Bir Chifa, un barrio marginal de la ciudad
marroquí. Su objetivo es que tengan un futuro sin salir de allí. Tratan
de prevenir mediante la educación que abandonen la escuela y acaben en
la calle, que conduce a «la mayoría» al puerto. Son diez voluntarios,
entre ellos los educadores sociales Mohcine Hammane e Ilargi Mayor.
La pareja lleva seis meses en Pamplona, la ciudad de
Ilargi, y vinieron a Donostia para contar su experiencia en los
Encuentros Interculturales que organiza la asociación socio-cultural
local Banda Bat.
Pero es como si Mohcine estuviera en Tánger. «Hablamos de este tema y mi cabeza se va allí», comenta apesadumbrado.
Bir Chifa es el origen de muchos de los menores acogidos
por la Diputación. Mohcine lo descubrió en el puerto de Tánger, donde
trabajó más de siete años con los niños y adolescentes que no ven la
hora de emigrar. Jóvenes que se esconden bajo los camiones o nadan hasta
los barcos, y de los que demasiados mueren bajo las ruedas de los
transportes o en el mar.
Por eso, hace ya casi tres años, Mohcine y algunos
compañeros decidieron intervenir en el foco del problema, en Bir Chifa,
donde más de la mitad de las familias, de nueve personas de media, viven
con menos de 200 euros al mes. Un estudio sobre 800 familias les
confirmó además que el 67% de los menores abandonan los estudios. Dejan
clases abarrotadas, con «hasta cincuenta alumnos», donde unos profesores
desbordados, y que en demasiadas ocasiones les han «castigado física y
psicológicamente», no les echarán de menos. La mayoría de los padres son
inmigrantes del campo, analfabetos que no dan mucha importancia al
hecho, y que incluso empujan a sus hijos a que trabajen, sin importarles
echarlos a la calle hasta que no vuelvan con una fuente de ingresos. En
las largas noches sobre el asfalto, muchos hallan evasión y calor en el
disolvente que inhalan.
Tánger sufre mucho paro. Los niños apenas encuentran
trabajo como ayudantes en los mercados. Por eso emigran tantos aquí,
primero al Estado y después a Euskadi, conocida por ofrecer más empleo y
mejores ayudas sociales. Una vez aquí, descubren que no se les permite
trabajar. No son pocos los que, entonces, delinquen, y su comportamiento
se convierte en la mayor queja de sus educadores. Mohcine advierte de
que vienen aquí «tras muchos años en la calle». Opina que los monitores
vascos no conocen bien ese origen. Les invita a que hagan «un mayor
esfuerzo por conocerlos, por adentrarse en su cultura, por saber de
dónde han salido».
«Que puedan ser niños»
Los menores de Bir Chifa «sueñan con tener una vida
mejor, con disponer de oportunidades», expone Mohcine. Pero también da
importancia a que «los niños puedan ser niños». En el local de diez
metros cuadrados que tiene alquilado Sueños, encuentran un espacio que
«sienten como propio y donde pueden ser ellos mismos». La asociación
trabaja allí con ellos y esporádicamente en las escuelas, así como con
treinta madres, «pero es muy difícil acceder a la mujer en Marruecos».
Con los padres y abuelos resulta más fácil.
Inculcan a los niños de Bir Chifa valores y principios,
les enseñan sus derechos pero también sus obligaciones, y les dan
recursos a través de la educación. La pequeña suma que reciben de
donantes foráneos es para pagar el alquiler del local, aunque también
reciben material. Con más dinero, podrían llegar a más niños, centrarse
en ellos, disponer de más medios y un local mayor. Banda Bat ha
solicitado una subvención al Ayuntamiento de San Sebastián para Sueños.
Pero Mohcine e Ilargi confían en que, con el tiempo, no tengan que
depender de la ayuda externa y el proyecto crezca «por sí mismo. Ojalá
estemos formando a los educadores del futuro».
Ilargi se sumó al proyecto hace casi dos años, en el
verano de 2007, poco antes de que la asociación se constituyera como
tal. Ella y Mohcine esperan una niña para agosto que se llamará Aisa.
Nacerá aquí, pero la criarán en Tánger. Esperan que, cuando crezca, si
viene a Euskadi, que no sea porque no puede hacer sus sueños realidad al
otro lado del estrecho.
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