sábado, 28 de septiembre de 2013

Gipuzkoa late con Etiopía

"Gipuzkoa late con Etiopía" y "La doble maldición de las mujeres etíopes" fueron publicados en 2008 por EL DIARIO VASCO.

COOPERACIÓN, AYUDA VASCA EN ETIOPÍA

El país africano, clasificado en el puesto 169 de 177 en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, se beneficia de importantes ayudas vascas que permiten un desarrollo autosuficiente

Gipuzkoa late con Etiopía
Niños en la escuela de Mukeye. /MANUEL DÍAZ DE RADA
DV. El gran valle del Rift surca el altiplano etíope de noreste a suroeste. Mientras la capital del país, Addis Abeba, se encuentra a 2.500 metros de altura sobre el nivel del mar, Meki, enclavada en la vasta depresión y capital del distrito de Dugda Bora, está a 1.500. A dos horas en todoterreno por caminos imposibles, intransitables cuando llueve, se sitúa la aldea de Mukeye, en medio de la sabana donde crecen desperdigadas las acacias. Los prados y los cultivos están verdes porque todavía no ha concluido la temporada de lluvias. Dentro de unos meses, unos y otros se agostarán y el polvo será el dueño del ambiente.
Los lugareños se han reunido formando un arco ante un árbol solitario que sirve de punto de encuentro. Las mujeres, a un lado, emiten el armonioso chillido tradicional africano que recuerda al irrintzi; los hombres, a su derecha, cantan y dan palmas. Homenajean a dos extranjeros que han acudido desde un lejano país a más de 5.000 kilómetros de distancia para anunciarles un prodigioso regalo: la construcción de un pozo, financiado con 65.000 euros por Cáritas Gipuzkoa, que les evitará tener que caminar una media de entre tres y cuatro horas para recoger agua.
«Es increíble que hayáis venido desde tan lejos para ayudarnos. Vuestra llegada es como la de Dios», agradece el líder de la comunidad al consejero de Vivienda y Asuntos Sociales, Javier Madrazo, y al delegado de Cáritas Gipuzkoa, José Ramón Trebiño. Madrazo contesta que, pese a la distancia, los vascos allí reunidos llevan Etiopía en el corazón, y que es más lo que ellos nos dan que lo que reciben de nosotros.
Etiopía está clasificada en el puesto 169 de 177 en el Índice de Desarrollo Humano elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). El 60% de sus ochenta millones de habitantes viven bajo el umbral de una pobreza mucho más severa que la que conocemos en nuestro entorno. La mitad de la población padece desnutrición y más de dos millones de personas se encuentran en situación de inseguridad alimentaria crónica.
El hambre es una amenaza constante por la grave sequía que afecta a gran parte del país, pero sobre todo porque la mayoría de la población practica la agricultura de subsistencia con técnicas arcaicas, medievales, en campos sin irrigación y por tanto dependientes de las lluvias. Algunas zonas del país podrían ser el granero del resto, pero el subdesarrollo del sector agrario lo impide. En el país donde nace el Nilo Azul, el agua no escasea pero está desaprovechada. El 70% de la población no tiene acceso al agua potable.
Los habitantes del campo cuentan por lo menos con una red social de apoyo de la que carecen los pobres de entre los pobres de Addis Abeba, primera etapa de la expedición organizada por la consejería de Vivienda y Asuntos Sociales. Madrazo, impresionado por tanta miseria, anunció en la capital su intención de que el 25% de los fondos destinados a la cooperación por el Gobierno Vasco vayan a parar a África, continente con el que el primer mundo «tiene una deuda». «Se trata de salvar millones de vidas», advirtió.
Misionero
El hondarribiarra Pedro Arrambide, Premio al Cooperante Vasco 2006 y hermano de La Salle, recibió en Addis Abeba a la delegación vasca y la acompañó durante todo su viaje. Arrambide fue expulsado el año pasado de Eritrea, donde llevaba desde 1998. Un revés de los que alimentan «la gran tentación: perder la esperanza». El misionero no puede evitar en ocasiones la sensación de que los proyectos de desarrollo son «como dar aspirinas a un enfermo de cáncer», pero a sus 67 años no ceja en el empeño.
Una de las prioridades del Gobierno Vasco en África es la sanidad. Asuntos Sociales ha destinado 176.899 euros para ampliar el hospital de Adigrat, en la región norteña de Tigray, con un pabellón para tuberculosos y un área de maternidad y ginecología. La iniciativa ha sido promovida por Medicus Mundi Gipuzkoa y pretende atender a 500 enfermos de tuberculosis y a 3.000 mujeres en ginecología y partos al año.
El de Adigrat es el hospital de referencia para un millón de personas, pero sólo cuenta con cinco médicos y tiene capacidad para poco más de cien pacientes. Desde hace poco, se ha visto obligado a cobrar a los pacientes una cantidad pequeña pero imposible de sufragar para el 80% de la población de la zona, que carece de ingresos. Es por ello que Arrambide teme que la inversión realizada haya caído en saco roto.
Wucro se encuentra también en Tigray. En esta ciudad de 35.000 habitantes, el Gobierno Vasco ha financiado con 215.000 euros un proyecto de abastecimiento de agua de la Asociación de Ingenieros para la Cooperación. Comprende un pozo que surte a cuatro depósitos de un total de 400.000 litros de capacidad y pretende ampliar la precaria red de suministro.
Meki se encuentra a 135 kilómetros al sur de Addis Abeba. Es la sede del Vicariato Apostólico de Meki, una de las diez diócesis de la minoritaria Iglesia Católica en Etiopía, donde los coptos son el 60% de la población y los musulmanes el 30%. La Escuela Católica de Meki es la única en 60 kilómetros a la redonda que imparte todos los cursos del sistema educativo etíope hasta la universidad. Allí estudian Wondwosen y Geremew, de 13 años, que con los ojos brillantes de ilusión afirman que de mayores quieren ser científicos para descubrir la vacuna del sida.
La escuela es deficitaria, y será financiada, como los demás proyectos del Vicariato, con los ingresos obtenidos gracias al centro de formación y producción agrícola coordinado por el hermano de La Salle Amilcare Bocuccia en la cercana aldea de Abono Gebriel, a la orilla del lago Zwai. La granja echó a andar en enero, financiada con 250.000 euros de Cáritas Gipuzkoa, 150.000 de Cáritas España y 600.000 del Gobierno Vasco, que va a aportar otros tantos para la segunda fase.
Autosuficiencia
Las 30 hectáreas de cultivos de maíz, vid, papaya, fresa y mango transmiten esperanza. El proyecto aspira a la autosuficiencia y se basa en el principio de no dar peces al pobre, sino enseñarle a pescar. Se espera que los campesinos que trabajen en la granja apliquen lo aprendido en sus propias tierras, para lo que se les concederá microcréditos para comprar semillas, abono y herramientas.
En Weyo Serity, también cerca de Meki, se levanta un almacén gestionado por una cooperativa que compra el grano a los campesinos a un precio justo. Se construyó con las donaciones de Cáritas Austria y Cáritas España, y ha permitido que la sociedad que lo administra haya atesorado un millón de euros. El depósito y la granja de Meki son muestras de que, con una pequeña inversión inicial, los africanos pueden ser autosuficientes y protagonistas de su desarrollo. Como le dijo Javier Madrazo a un estudiante de Meki, el futuro de Etiopia está en sus manos.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Doble maldición

MUNDO

Las féminas sufren la ablación, violaciones, raptos y matrimonios forzosos y realizan el trabajo más duro


La doble maldición de las mujeres etíopes
Tres mujeres etíopes de la zona de Meki. /M. DÍAZ DE RADA
 
DV. La vida en Etiopía consiste en un ejercicio de supervivencia. A la dificultad de lograr el sustento, se suman las pésimas condiciones de higiene y sanitarias, en un país donde cada día mueren 350 personas infectadas por el sida y 370 lo contraen. Este Estado africano se encuentra en el puesto 169 de 177 en el Índice de Desarrollo Humano elaborado por la ONU. Y si nacer en Etiopía es una desgracia, hacerlo como mujer es una maldición.
Por las calles de la capital, Addis Abeba, llaman la atención los chadores que sólo dejan ver los ojos de las mujeres y que proliferan en los barrios somalíes. Pero el sometimiento de la mujer, en Etiopía, no entiende de religiones y se da tanto en ese 30% musulmán de la población como entre la mayoría cristiana.
Más de tres cuartas partes de las púberes son sometidas a la mutilación genital, una práctica ancestral muy arraigada en 28 países africanos. Las lesiones pueden causar la muerte, dolor crónico, infecciones, desorden post-traumático, complicaciones en el parto. Además de lo que persiguen: restringir el deseo sexual.
El Gobierno etíope ha prohibido la ablación y la castiga con hasta diez años de cárcel. Haile Amdeslassie, guía turístico, considera que el rito es ya imposible en las ciudades, especialmente en Addis Abeba, aunque admite que la protección de la Administración no es tan efectiva en las zonas rurales.
Los etíopes consideran a sus mujeres como un mero objeto sexual, según el misionero vasco Pedro Arrambide. Cuando las niñas crecen, «las violan, las secuestran, las venden o las casan con un viejo», denuncia. Las violaciones las exponen al sida, como también la prostitución, muy extendida.
Una buena muestra de la juventud con la que las etíopes son casadas, violadas o se ven obligadas a prostituirse la encontramos en las calles de Addis Abeba, donde abordan a los turistas niñas con un bebé a cuestas y un magro pecho adolescente al aire para evidenciar que la criatura no es su hermano pequeño.
Muchas de las niñas que acuden a la escuela de la misión Saint Mary, en Wucro, en la región norteña de Tigray, se tienen que prostituir para poder estudiar. Su director, el padre Ángel Olaran, explica que el año pasado 153 niñas acabaron sus abortos en el hospital, dando a entender que fueron muchas más las que se sometieron a interrupciones del embarazo con medios rudimentarios que no precisaron atención médica posterior.
Es común que casen a las niñas a los trece o catorce años, aunque la edad mínima legal son los quince. Si se obliga a contraer matrimonio a una chica menor, sus progenitores o el marido se ven expuestos a penas de cárcel. Pero una vez más, la cruda realidad desborda los cauces que marca la ley.
En las comunidades tradicionales, las mujeres están sometidas a sus maridos, quienes toman todas las decisiones. Su acceso a la tierra y la participación en las organizaciones y reuniones de la comunidad también dependen del cabeza de familia masculino.
Esfuerzo
Se espera de ellas que hagan todo el trabajo que rechazan los hombres, quienes en el campo se limitan a las tareas agrícolas, con la ayuda, eso sí, de sus esposas, madres e hijas. Las mujeres recorren largas distancias a pie para recoger agua y leña, llevar los productos al mercado o el grano a moler, incluso cuando están embarazadas. Esos interminables recorridos las exponen aún más al riesgo de ser violadas o secuestradas.
Recaen sobre ellas las tareas domésticas y el cuidado de los pequeños, los ancianos y los enfermos. Según un estudio de UNICEF, la mujer que vive en el campo trabaja una media de entre 15 y 18 horas diarias, y es responsable de más de la mitad de la producción agrícola de subsistencia.
Pero si mayor es la carga que pesa sobre ellas, también es superior su responsabilidad como virtud. Quienes trabajan en proyectos de cooperación y conceden micro-créditos en Etiopía se centran en las mujeres porque los hombres «se gastan el dinero en alcohol», critica Arrambide.
En las familias con pocos recursos, los chicos tienen prioridad para ir a la escuela. No obstante, en la Escuela Católica de Meki, a 135 kilómetros al sureste de Addis Abeba, el porcentaje de niñas en los primeros cursos se acerca al de niños. En cambio, el número de chicas que estudia secundaria es la mitad que el de ellos, y en los dos cursos preuniversitarios se reduce a un tercio por la temprana edad en la que ellas se convierten en madres o esposas.
Pero si logran acceder a la universidad, se ven catapultadas a la vida moderna y profesional. El Gobierno etíope está impulsando la educación superior e incluso mantiene a los universitarios mientras cursan sus estudios. Para ellas supone superar la doble maldición de ser mujer y etíope.

Un arcoiris de Euskadi a Guatemala

Seis jóvenes vascos y tres amigos desarrollaron unos talleres de arte en la escuela guatemalteca de La Cambalacha, a orillas del lago Atitlán

Pintando sonrisas en Atitlán
DV. Érase una vez un enorme volcán en lo que hoy es Guatemala. La gigantesca montaña de fuego explotó y las rocas salieron despedidas en todas direcciones, llegando incluso hasta Texas (EE UU). El descomunal cráter se llenó de agua, y ahora se llama lago Atitlán. Alrededor, los indios mayas que hablan cakchikel y tzutuhil establecieron sus hogares al pie de los volcanes. Plantaban maíz y lo asaban en fuegos que ahuyentaban a los jaguares. Hasta que llegaron unos hombres blancos que los esclavizaron y se quedaron la tierra durante casi quinientos años. Por eso hubo una guerra que duró tres décadas y en la que murieron muchos indios cuyos descendientes siguieron oprimidos. En los pueblos alrededor del lago, que ahora tenían nombres de apóstoles, los niños mayas crecían tristes, creían que no valían nada, y los padres de muchos de ellos bebían y les pegaban, como a sus madres, mientras los mayores les decían que todo era pecado.
Hasta que llegó una chica llamada Gabriela y les convirtió en los Niños Arco iris, los Jóvenes Arco iris y el Ejército del Arte, y les enseñó juegos nuevos, que eran especiales porque les permitían crear cosas maravillosas. Entonces, los pequeños mayas levantaron la mirada del suelo y divisaron en el horizonte la esperanza.
Siguen siendo pobres, las tierras no son suyas y sus padres todavía beben y miran al suelo, pero cada vez más miradas les siguen cuando llenan de color, música e ilusión las calles que durante quinientos años fueron tristes y donde ahora florecen sonrisas y brota el orgullo.
Durante el año pasado, seis jóvenes vascos, una catalana, un australiano y una británica, todos artistas, saltaron el océano en avión para enseñar en la escuela de Gabriela, La Cambalacha, en San Marcos La Laguna. David Aguilar, Mikel Etxandi, Lydia Iratxeta, Itxaso y Saioa Iribarren, Pello Gutiérrez, Eva López, Rebecca Wilkinson y Jesse Sullivan, apoyados por Banda Bat y Mikelazulo, fueron durante dos meses monitores en talleres de animación, títeres, recursos web, inglés, educación ambiental, pintura, movimiento y gesto, sonido.
Los jóvenes artistas encontraron allí a unos niños «muy agradecidos», disciplinados y responsables, a quienes cuesta «bastante» expresarse por siglos de educación represiva y los traumas del maltrato, la pobreza y la guerra, más que por el idioma, ya que aprenden castellano en las escuelas normales a las que van por las mañanas. La Cambalacha también visita esos colegios, y los maestros, antes recelosos, ahora lo agradecen porque ven que los niños están más motivados tras los talleres artísticos.
Valores
La escuela de Gabriela Cordón enseña a los niños valores, les enseña a expresarse, y desarrolla su personalidad para que tengan seguridad en sí mismos. Todo a través del arte. «Ha cambiado mi vida», asegura Gaspar. Pertenece al Ejército del Arte, como el resto de los mayores, «auténticos profesionales», según los voluntarios vascos. Dos han sido contratados en el hospital de San Pedro para hacer de payasos «toda la temporada», y otros nueve también cobrarán por impartir educación sexual en los pueblos a través del Proyecto Payaso. Los alumnos que concluyen sus estudios en La Cambalacha reciben además un título del Ministerio de Educación guatemalteco.
Fiesta de despedida
Cuando los nueve jóvenes artistas extranjeros se tenían que marchar, La Cambalacha les ofreció una fiesta de despedida en la que Api hizo su espectáculo de clown; Gaspar rapeó; Moisés bailó el kung fu-hip hop; Angélica y Santos contaron las leyendas que habían recopilado; Juanita presentó su encuesta sobre temas sociales; Diego dirigió a la comparsa en la ejecución de la canción que él había compuesto; Giovanni recitó un monólogo; Manasés, sus poemas; y los niños representaron una obra teatral. David, Lydia, Pello y los demás volvieron con la mochila cargada de recuerdos, experiencias y lecciones. Y regresaron con el corazón más grande. Tanto, que dejaron allí un pedacito.
La Cambalacha sigue allí, en San Marcos la Laguna, y el mapa para llegar está en un sitio mágico que está en todas partes y en ninguna a la vez y que se llama internet: www.lacambalacha.org. Los nueve jóvenes artistas piensan volver, aunque antes de poder planearlo tienen que reponer sus cuentas del esfuerzo económico que han realizado. Pero la que de verdad necesita ayuda económica es la propia escuela, porque con ilusión e imaginación no basta, ni siquiera allí.
Esto no es un cuento, no tiene final. El destino siempre está un paso más adelante, más allá del arco iris que une Euskadi con el lago Atitlán.

Sueños de niños de Tánger

Reportaje publicado por EL DIARIO VASCO

AL DÍA LOCAL

La asociación Sueños de Niños y Jóvenes trabaja por un futuro para cientos de menores marroquíes

Sueños que cumplir en Tánger
Ilargi Mayor y Mohcine Hammane, promotores de la asociación Sueños de Niños y Jóvenes. /MICHELENA 
 
Hay que vivir una situación muy desesperada para huir de tu país agarrado a los bajos de un camión. Para cambiar eso, la asociación Sueños de Niños y Jóvenes de Tánger trabaja con 300 menores de uno a 17 años de edad en Bir Chifa, un barrio marginal de la ciudad marroquí. Su objetivo es que tengan un futuro sin salir de allí. Tratan de prevenir mediante la educación que abandonen la escuela y acaben en la calle, que conduce a «la mayoría» al puerto. Son diez voluntarios, entre ellos los educadores sociales Mohcine Hammane e Ilargi Mayor.
La pareja lleva seis meses en Pamplona, la ciudad de Ilargi, y vinieron a Donostia para contar su experiencia en los Encuentros Interculturales que organiza la asociación socio-cultural local Banda Bat.
Pero es como si Mohcine estuviera en Tánger. «Hablamos de este tema y mi cabeza se va allí», comenta apesadumbrado.
Bir Chifa es el origen de muchos de los menores acogidos por la Diputación. Mohcine lo descubrió en el puerto de Tánger, donde trabajó más de siete años con los niños y adolescentes que no ven la hora de emigrar. Jóvenes que se esconden bajo los camiones o nadan hasta los barcos, y de los que demasiados mueren bajo las ruedas de los transportes o en el mar.
Por eso, hace ya casi tres años, Mohcine y algunos compañeros decidieron intervenir en el foco del problema, en Bir Chifa, donde más de la mitad de las familias, de nueve personas de media, viven con menos de 200 euros al mes. Un estudio sobre 800 familias les confirmó además que el 67% de los menores abandonan los estudios. Dejan clases abarrotadas, con «hasta cincuenta alumnos», donde unos profesores desbordados, y que en demasiadas ocasiones les han «castigado física y psicológicamente», no les echarán de menos. La mayoría de los padres son inmigrantes del campo, analfabetos que no dan mucha importancia al hecho, y que incluso empujan a sus hijos a que trabajen, sin importarles echarlos a la calle hasta que no vuelvan con una fuente de ingresos. En las largas noches sobre el asfalto, muchos hallan evasión y calor en el disolvente que inhalan.
Tánger sufre mucho paro. Los niños apenas encuentran trabajo como ayudantes en los mercados. Por eso emigran tantos aquí, primero al Estado y después a Euskadi, conocida por ofrecer más empleo y mejores ayudas sociales. Una vez aquí, descubren que no se les permite trabajar. No son pocos los que, entonces, delinquen, y su comportamiento se convierte en la mayor queja de sus educadores. Mohcine advierte de que vienen aquí «tras muchos años en la calle». Opina que los monitores vascos no conocen bien ese origen. Les invita a que hagan «un mayor esfuerzo por conocerlos, por adentrarse en su cultura, por saber de dónde han salido».
«Que puedan ser niños»
Los menores de Bir Chifa «sueñan con tener una vida mejor, con disponer de oportunidades», expone Mohcine. Pero también da importancia a que «los niños puedan ser niños». En el local de diez metros cuadrados que tiene alquilado Sueños, encuentran un espacio que «sienten como propio y donde pueden ser ellos mismos». La asociación trabaja allí con ellos y esporádicamente en las escuelas, así como con treinta madres, «pero es muy difícil acceder a la mujer en Marruecos». Con los padres y abuelos resulta más fácil.
Inculcan a los niños de Bir Chifa valores y principios, les enseñan sus derechos pero también sus obligaciones, y les dan recursos a través de la educación. La pequeña suma que reciben de donantes foráneos es para pagar el alquiler del local, aunque también reciben material. Con más dinero, podrían llegar a más niños, centrarse en ellos, disponer de más medios y un local mayor. Banda Bat ha solicitado una subvención al Ayuntamiento de San Sebastián para Sueños. Pero Mohcine e Ilargi confían en que, con el tiempo, no tengan que depender de la ayuda externa y el proyecto crezca «por sí mismo. Ojalá estemos formando a los educadores del futuro».
Ilargi se sumó al proyecto hace casi dos años, en el verano de 2007, poco antes de que la asociación se constituyera como tal. Ella y Mohcine esperan una niña para agosto que se llamará Aisa. Nacerá aquí, pero la criarán en Tánger. Esperan que, cuando crezca, si viene a Euskadi, que no sea porque no puede hacer sus sueños realidad al otro lado del estrecho.

lunes, 4 de marzo de 2013

DCA por accidente de tráfico

26.10.09 -  EL DIARIO VASCO

Jugar, reír y luchar para superarse

Los usuarios de Aita Menni de Donostia combaten contra sus lesiones cerebrales. Celebran el día reivindicativo de hoy compitiendo contra sus amigos de Bilbao



DV. «Si me caigo, lo más lejos es el suelo», bromea el donostiarra Oskar Redondo, de 31 años, con su excepcional sentido del humor. Una charla con él hace olvidar su diagnóstico: alteraciones conductuales, del lenguaje, de memoria y físicas. Necesita una silla de ruedas para andar por la calle, pero en interiores, anda con muleta. La causa, un golpe en la cabeza en un accidente de tráfico, hace ya doce años. «Y cuantos más años pasen, mejor».
El traumatismo craneoencefálico es una de las causas principales de Daño Cerebral Adquirido, el nombre que recibe la lesión en personas previamente sanas del órgano más importante del cuerpo y que coordina todos los demás. La otra son los ataques cerebrales o ictus, primera causa de muerte entre las mujeres y segunda en los hombres.
Muchas personas sobreviven a esos episodios con secuelas que varían según la zona del cerebro dañada. Puede afectar a la movilidad, los sentidos, la comunicación, la inteligencia, la atención, la memoria, las emociones y la conducta. El epidemiólogo Javier Mar ha calculado que alrededor de 11.000 vascos sufren discapacidad en la actualidad por el DCA.
Oskar es usuario del Centro de Día para personas con Daño Cerebral Adquirido que la fundación Aita Menni gestiona en Donostia desde 2002, como Félix y David, que se lo pasan fenomenal jugando al Boccia. Lanzan sus bolas, azules las de uno, rojas las del otro, lo más cerca posible de la blanca. Este deporte paralímpico, con reglas muy estrictas, es como una especie de petanca. «No vale cachondeo ni poner nervioso al contrincante», les advierte el director del recurso, Iñigo Urrutikoetxea.
Félix y David se preparan, como otros más de cincuenta deportistas discapacitados, para una jornada de deporte adaptado que se celebrará en Bilbao hoy con ocasión del Día del Daño Cerebral Aquirido. El evento está organizado por la Diputación Foral de Vizcaya, el Hospital Aita Menni y la Asociación de afectados y familiares ATECE, con delegación también en Gipuzkoa.
Ninguno de los usuarios del centro de Donostia está federado en deporte adaptado. «Lo hacemos como una actividad especial para motivarles, animarles», explica Urrutikoetxea. Y la fisioterapeuta, Arantzazu Álvarez, añade: «El deporte es bueno para todos. En este caso, para estas personas, les sirve para saber comportarse ante una normativa, para el aprendizaje y la memoria; y, físicamente, para la fuerza y la coordinación». Pero hasta ahora «se había dejado un poco de lado el deporte para ellos», lamenta.
En otra sala del centro, Jesús, Ibane, Oskar, David, Ainara y Peio juegan al voley globo, unos de pie y otros sentados en silla de ruedas. Llevan «horas de entrenamiento, aunque aquí se trata de algo más participativo. A Bilbao vamos a ganar», afirma Arantzazu con una sonrisa. El cartel que preside la estancia dice Aupa Aita Menni. Donostia aurrera. De aquí irán a Bilbao cinco practicantes de Boccia y seis de volei adaptado.
«Si tuerces, retrocedes»
Oskar cree que la experiencia será «subir de nivel». Sabe que tiene que ir «recto» en su esfuerzo por recuperar y mantener sus funciones. «Si te tuerces, retrocedes. En mi vida anterior, me torcí y tuve el accidente». Fue el 23 de noviembre de 1997, a primera hora de la mañana. Conducía otro. Oskar iba dormido cuando sucedió. De los cuatro ocupantes del vehículo, dos murieron. Volvían de haber estado de fiesta por Navarra.
Tras el brutal golpe en la cabeza, Oskar pasó dos meses en coma profundo y muchos más en estado vegetativo, pero todo eso se lo han contado. Perdió completamente la movilidad. «Estaba muerto», describe. Primero estuvo en el hospital Virgen del Camino, en Navarra, donde decían que «si salía adelante, quedaría como un vegetal. Pero ahora no paro quieto», dice con su habitual optimismo. «Por eso salí bien del coma. Si hubiera sido negativo, estaría bajo tierra». Lleva en el centro de día de Aita Menni desde su apertura. En estos siete años, siempre atendido por el amplio equipo de especialistas para sus problemas, ha ganado autonomía, según confirma Arantzazu.
Oskar insiste en que «hay que tomárselo con humor y con calma. Mejor despacio y con buena letra, para no torcerse». En el centro, además de voley, hace manualidades, figuras y cuadros, usa el ordenador y los martes y los miércoles aprende a cocinar, para echar una mano a su madre. «Ella vive conmigo», establece.
«Galán de telenovela»
Félix también tiene buen humor. Este hernaniarra de 32 años se ríe con su nombre «de galán de telenovela»: Félix Enrique, y, por apellidos, Miguel Lorenzo. Su historia no es muy distinta de la de Oskar: también venía de Navarra cuando sufrió un accidente. El suyo fue en diciembre de 1999. Habían ido dos amigos a por un billete de lotería. El otro, que conducía, se recuperó en dos o tres meses.
Félix estuvo «unos dos meses en coma» en Pamplona. Le han contado que, una vez hubo recuperado la consciencia, se alegró mucho cuando le llevaron a su perro Xandor, que sigue con él y sus padres, y a partir de ese momento empezó a estar «más despierto». Tras un año en la capital navarra, pasó por la Unidad de Daño cerebral del Hospital de Aita Menni en Arrasate y por el centro de ATECE en Intxaurrondo antes de estrenar el centro de día de Donostia en 2002, exactamente igual que Oskar.
Cuando llegó, Félix necesitaba un andador, pero ahora se desplaza por interiores con un bastón tetrapodal y «con seguridad», señala Arantzazu. Felix añade, medio en broma, medio en serio: «No sé si he mejorado mucho, pero por lo menos lo he intentado». Para exteriores, necesita silla de ruedas y la ayuda de otra persona. Ha hecho esquí adaptado y, como el resto de los usuarios, se ha bañado en La Concha con las muletas anfibias. Le habría gustado que la competición de hoy fuera de bicicleta estática, pues la usa todos los días, en su casa y en el centro.
Allí le enseñaron a usar el ordenador y el móvil. La agenda de este último le viene muy bien por la alteración de su memoria. «Se me olvidan un poco las cosas, pero generalmente, recuerdo bien». También confecciona un álbum con fotos, notas y documentos que le ayudan a revivir su pasado reciente. Hoy le gustaría escribir «que hemos arrasado, que no hemos tenido piedad con ellos. Ellos están más metidos en el tema, supongo que lo harán mejor, pero no vamos a acobardarnos». Porque nunca lo hacen.

martes, 12 de febrero de 2013

El combate de Nando

Segunda parte del reportaje 'La segunda vida de Estitxu y Nando', publicado por EL DIARIO VASCO en octubre de 2008



El combate de Nando
«Una vida salvada merece ser vivida». Es el lema de ATECE, asociación de afectados de Daño Cerebral Adquirido de Gipuzkoa. A ella pertenece Nando de Sosa, hernaniarra de 57 años. Su combate comenzó también en mayo de 1998, cuando sufrió un derrame cerebral mientras ejercía su profesión, electricista, en Lazkao. Las fuerzas abandonaron el lado derecho de su cuerpo y perdió el habla, pero llegó consciente al hospital de Zumarraga, donde cayó en coma. Los médicos no esperaban que sobreviviese, pero no contaban con el carácter de este antiguo jugador de rugby.
Despertó doce horas después en la UVI del Hospital Donostia, donde también se encontraba Estitxu, de quien después se haría amigo. Nando abrió los ojos, pero no sabía quién era ni dónde se encontraba, no podía hablar ni moverse y no reconoció a su mujer, Lourdes, ni a su familia. Estuvo en ese estado durante un mes.
A los tres meses, soltó su primera palabra: «¡Hostia!», cuando su mujer y un amigo le estaban «agobiando» a base de preguntas. Después pasó ocho semanas sin decir nada, pero consiguió recuperar el habla, aunque le cuesta y en ocasiones pierde el hilo por el deterioro de su memoria. Pero se defiende, «gracias a las logopedas de ATECE», que le han enseñado «a hablar con tranquilidad».
Sufre una hemiplejia, es decir, una inmovilidad en la mitad de su cuerpo, en su caso la derecha, porque el derrame afectó al lado izquierdo de su cerebro, como evidencia un hoyo en ese lado de la cabeza. Necesita una muleta para caminar, pero lo hace todos los días. Le costó mucho hacerse zurdo, pero a día de hoy escribe «mejor» con su mano útil que antes con la diestra.
También pinta, en el centro de ATECE, donde ha aprendido a usar el ordenador, y los viernes va a la piscina con el resto de usuarios. Lo que más añora de su vida anterior es «trabajar y pensar con claridad».
Pero no tiene, en cambio, que echar de menos a nadie. Nando es «uno más» de la misma cuadrilla de toda la vida, con la que viaja a las Landas en Semana Santa, aunque llevan «tres o cuatro años sin ir». También va de vacaciones con Lourdes, «alguna vez», a Fuengirola, y ha vuelto «encantado» de Granada, a donde lo llevó ATECE en mayo.
Nando protesta contra la conducción brusca de los autobuses, que amenaza con tirar a las personas que, como él, carecen de estabilidad. Además, critica que paran «a un metro» de la acera y pide que los inclinen para que puedan bajar discapacitados como él y mayores. Pero no se limita a protestar verbalmente. Saca fotos de los coches aparcados indebidamente en las plazas para discapacitados y en los pasos de cebra y planea una exposición. «Con matrículas», advierte.

La segunda vida de Estitxu

El daño cerebral adquirido afecta a unos 11.000 vascos, pero la red de rehabilitación es mínima. Dos afectados explican su experiencia desde que volvieron a nacer


DV. Estitxu Amador tenía 25 años en 1998, cuando ejercía su profesión, ingeniera informática, en Madrid, donde vivía con su novio Santi y sus tres gatos. Le gustaba leer, correr, patinar, nadar... Tenía la carrera de música, tocaba el txistu y daba clases. Hablaba «perfectamente» euskera y francés. Había aprovechado bien un cuarto de siglo y tenía toda la vida por delante.
José Manuel habla de su hija con orgullo de padre, mientras la acercan a la mesa en su silla de ruedas. Estitxu tiene la cabeza gacha y el rostro inexpresivo. «Eh, joven, ¿esa carita?», le insta su padre, y ella la levanta y sonríe como puede, más con sus ojos que con sus labios.
En el puente de mayo de 1998, Estitxu estaba en casa de sus padres en Donostia. De repente, se agarró la cabeza, exclamó 'qué dolor', «y ahí se acabó. Perdió la consciencia y se le volvieron los ojos». José Manuel recuerda el momento de la hemorragia cerebral y ella sufre al oírle. Tras debatirse entre la vida y la muerte, volvió a nacer. «Un día abrió los ojillos, y poco a poco fuimos viviendo». Comenzaron a comunicarse con parpadeos: uno, «sí»; dos, «no». Así descubrieron que su cabeza estaba «bien». Santi no estaba allí.
Estitxu padece daño cerebral adquirido (DCA), es decir, una lesión en el órgano más importante del cuerpo y que coordina todos los demás. Sus causas principales son los accidentes que provocan traumatismos craneoencefálicos y los ataques cerebrales, también llamados ictus, primera causa de muerte entre las mujeres y segunda en los hombres.
Muchas personas sobreviven a esos episodios con secuelas que varían según la zona del cerebro dañada. Puede afectar a la movilidad, los sentidos, la comunicación, la inteligencia, la atención, la memoria, las emociones y la conducta. El epidemiólogo Javier Mar ha calculado que alrededor de 11.000 vascos sufren discapacidad en la actualidad por el DCA.
Dependiente
Estitxu ha perdido, aunque no en su totalidad, la movilidad de brazos y piernas. Hay que llevarla al baño, desplazarla, partirle la comida, asearla... «Está estabilizada y no se esperan cambios», informa el responsable del centro de día de Aita Menni en Donostia, el psicólogo Iñigo Urrutikoetxea. También señala que su consciencia, su atención y su memoria están «relativamente preservadas».
Con el ordenador del centro, Estitxu sólo necesita tiempo para comunicarse. El segundero del reloj, sobre la mesa, recuerda su paso con varios latidos entre clic y clic del ratón con el que ella señala letras en la pantalla. Escribe mayúsculas, tildes, puntúa bien y corrige las erratas. Después, manda a la máquina que lo diga por ella.
Así, Estitxu explica que, cuando se dio cuenta de que no se podía mover, sintió como si se hubiera terminado su vida. «No fue así, afortunadamente», interviene José Manuel, siempre sonriente, porque casi pierde a una hija. Ella continúa: durante cuatro años, conservó la esperanza de volver a moverse, pero en 2002, en Barcelona, tras operarle, le dijeron que no podían hacer más. Aquello fue «más duro», si cabe, que despertarse tras el ataque.
«Me gustaría enormemente poder volver a ser quien yo era», escribe. Lo que más echa de menos es su autonomía, poder hablar y andar por sí misma, que es lo que hace en sus sueños. Sufre mucha ansiedad, confinada dentro de su cuerpo inerte.
Viaja con sus padres. El lugar que más le ha gustado es la Alhambra granadina y volvería a Cuba. Pero en casa es «feliz». Le gusta la televisión, sobre todo el concurso Pasapalabra. Escucha a Queen y George Michael. En el centro, lo que más le place es la comida, la siesta y el ordenador. Sus amigos de antes siguen con su vida y a veces le visitan.
Santi reapareció cuatro años después del accidente. Llama la atención ese retorno tardío tras su ausencia inicial. «Pero él era, y sigue siendo, mi novio», escribe Estitxu en un cuaderno, y lo subraya con una mirada feliz que no admite dudas. Se mandan correos y poco importa que no se hayan visto en los últimos cinco años. Ella lo ve por las noches en sus sueños, en los que incluso se han casado. Después, despierta, la traen al centro, y a vivir, día a día. «Qué remedio», dice con un hilo de voz, mientras sonríe con sus ojos azules.
Próximamente, La segunda vida de Nando

Etiopía

Un país joven, apasionante y agradecido

Etiopía es un país lleno de niños que regalan su sonrisa al visitante. La edad media es de 18 años, la esperanza de vida se sitúa en los 50, cada mujer tiene una media de cinco hijos y el 12% de los pequeños mueren antes de los 5 años. Se calcula que por lo menos tres millones y medio de personas padecen sida, pero quienes conocen la realidad del país sobre el terreno estiman que esa cifra se queda corta.
Esta situación límite conmueve en lo más hondo al visitante, encandilado por la formidable acogida que tributan los etíopes y la belleza de sus paisajes y sus gentes, así como por esa sensación que transmiten los nativos de saber disfrutar y agradecer lo poco que tienen en un país donde, a diferencia de Euskadi, la continuidad de la vida no se da por supuesta.
Un ejemplo de esta actitud es la aldea de Mayafulalu, cerca de Meki. Sus habitantes se sienten ricos porque disponen de una fuente, electricidad y una escuela, además de una iglesia y un molino, edificados con los donativos de un hondarribiarra y un notario donostiarra, respectivamente, que no quieren ser conocidos por ello. Selam, embarazada de ocho meses, considera que vive «mejor que la reina de Inglaterra» porque ya no tiene que andar 14 kilómetros para traer agua o para moler el grano.
Lejos de la imagen de miseria y hambre que asociamos con Etiopía, el país africano constituye un destino turístico singular, con sus monumentos, sus parques naturales y, sobre todo, su gente.